Te invito a dar un paseo histórico por Lima
Miles de personas transitan las calles limeñas. Yo soy una de ellas. Si alguien comenta que se demoró 3 horas en recorrer las 4 cuadras que conforman la zona comercial del Jr. de la Unión pensaríamos que se fue de shopping. Yo me demoré el mismo tiempo pero fue por que me atreví a dar un singular paseo histórico por Lima.
La aventura, de la cual no había participado antes, tiene como responsable a David Pino, un joven Ingeniero de Sistemas que es un fiel apasionado por la historia de la ciudad capital del Perú. El amor por lo que él denomina «su hobbie» se plasma en los siglos de historia transmitidos en los posts que publica en su súper interesante blog Lima la Única.
Los inicios de su blog datan del 9 de enero del 2011, pero David no sólo quería escribir sino hacer algo más, pues estaba seguro que la única forma de que los citadinos cuiden lo que tienen es aprendiendo a valorarlo y, para ello, era necesario que lo conozcan y disfruten. Es así que lanzó la propuesta de desarrollar recorridos cortos a pie los que tuvieron una respuesta masiva y es que el atractivo de estas caminatas era que David se había armado hasta los dientes con mucha información, la cual iba compartiendo como datos históricos, secretos o anécdotas de una Lima rica en detalles.
Mi primer recorrido con Paseos Históricos por Lima
Algún tiempo después, y como una forma de hacer sostenible el gigantesco esfuerzo por preservar los secretos de antaño, es que David decide lanzar Paseos Históricos por Lima, una iniciativa dirigida a grupos pequeños que deseaban hacer recorridos más personalizados pagando una módica suma de dinero.
Me alegró bastante saber que en la oferta de David existe un paseo que llega hasta el único tramo en pie de la antigua Muralla de Lima (construida entre 1684 y 1687 en Barrios Altos) y que tiene un carácter social puesto que, parte del costo por el recorrido es destinado a la Casa Hogar Gladys, un centro de ayuda y refugio para mujeres en estado de abandono, en cuyo interior se encuentra el tramo del bastión que fue construido para proteger Lima contra el ataque de los piratas.
Precisamente a través de su fanpage es que me enteré de la convocatoria para hacer un paseo el día de hoy por lo que contacté a David quien, muy gentilmente, decidió invitarme.
La cita era a las 10 am en una calle cercana a la Plaza San Martín, en pleno centro de Lima. Llegué 20 minutos antes lo que me permitió hacer algunas fotos de un Jirón de la Unión sin gente y en orden. Aún faltando 5 minutos para la hora pactada, llegó David con una sonrisa amplia la que presagiaba lo divertido e interesante que iba a ser nuestro recorrido. Poco a poco se sumaron más interesados y empezamos el tan esperado paseo.
El punto de partida y los primeros secretos
La tradicional Plaza San Martín, fue una de las plazas más importantes de la Lima Colonial. Justo frente a ella, donde hoy termina la Av. Colmena, se levanta un silencioso monumento que es la fiel réplica de uno mortuorio que actualmente se encuentra en el Museo de Louvre, Paris. La escultura de «La Farola de las Tres Gracias» es la primera parada de nuestro recorrido.
Antes pasamos delante de un tacho de basura que se encuentra en lo que hoy es el estacionamiento del afamado Hotel Bolívar, un simple tacho al que nadie le presta atención ni siquiera para evitar tirar la basura al piso (una costumbre mal arraigada entre algunos limeños). Sin embargo, David nos pide fijarnos en él ya que en ese punto, hace unos siglos atrás, se levantó una de las 7 piletas más importantes de la vieja Lima de donde los aguateros conseguían el agua que repartían en las antiguas casonas.
Una plaza, un monumento y una bala perdida
Tal y como se le conoce, la Plaza San Martín data de 1911, año en que se inicia su construcción siendo inaugurada recién en 1921 por el Presidente Augusto B. Leguía en una anecdótica celebración de la cual ya hablaré en otro post.
Para seleccionar el monumento que iría en la parte central se convocó a un concurso, siendo ganador el escultor español Mariano Benlliure. Debajo de la figura del General Don José de San Martín, libertador del Perú, se observa una mujer sobre cuyo casco se encuentra una llama (auquénido típico de la sierra peruana) que se cree fue colocada allí por un error que tuvo uno de los ayudantes del escultor, quien en vez de colocar una llama (símbolo del fuego) colocó al auquénido. Sin embargo, esta anécdota no es cierta; lo cierto es que la mujer representa a los símbolos del Escudo Nacional Peruano: una llama (en lugar de la vicuña), las hojas de la quina y la cornucopia.
Lo que si es anecdótico es observar, hacia el lado derecho del monumento, casi debajo de las patas del caballo, un agujero sobre la base de columna de cemento. Esto se debe a un saqueo que se produjo en Lima como consecuencia de una huelga policial el 5 de febrero de 1975 y a las ráfagas de bala de una ametralladora de uno de los carros militares que intentaba recuperar el orden. Detalle que no lo hubiera descubierto sin la ayuda de David.
Vamos a «Jironear»
Este es el típico término usado por los habitantes locales cuando nos referimos a dar un paseo por Jirón de la Unión, sin duda alguna, el paseo peatonal más importante y conocido de todo el Perú (y por cierto, el más caro).
Dejamos la imponente y hermosa Plaza San Martín, rodeada de bellas edificaciones, para emprender la marcha sobre este transitado Jirón. Allí cerca, en la cuadra 8 (antiguamente llamada Calle Boza) y en la galería del mismo nombre se encuentra la primera escalera eléctrica del Perú.
Al lado izquierdo de la entrada, en lo que hoy es la Joyería A. Johari, se encontraba el mítico Bar Morris donde se inventó el Pisco Sour, algún tiempo antes de 1920. A lo largo del Jirón de la Unión resalta la Casa Dubois (casa roja en la esquina de la cuadra 7 o Calle Baquíjano) cuya construcción data de 1899, también encontramos el local donde se ubicó el primer banco americano en el Perú, el «Mercantil Americano», convertido hoy en una pollería.
En la misma cuadra nos encontramos con una antigua casona señorial (hoy tienda Passarela) y con la célebre Casa Barragán, más recordada como el Palais Concert pues allí funcionó dicho local durante un periodo de tiempo, pero que hoy deja ver las vitrinas de la tienda por departamentos Ripley.
Seguimos el recorrido y cruzamos por el hoy inexistente Jr. Arequipa, el cual desapareció para dar paso a lo que es el actual Jr. Cuzco o Av. Emancipación. Llegamos a la Calle de La Merced (hoy cuadra 6) para descubrir que allí se erigió la Carpa Teatro La Merced pasando luego a ser el muy popular Cine Biarritz, el cual en la década de los 50s se hizo famoso por las películas de Brigitte Bardot que exhibía.
Llegamos luego a la Plazuela La Merced donde se levanta la iglesia y convento del mismo nombre, con su bellísima portada de estilo barroco tardío, en cuyo interior pudimos apreciar la gran cruz que cargaba el Padre Urraca por las calles de Lima, antiguo fraile mercedario que estando un día en pleno recorrido, fue testigo de la aparición del diablo, ante esto colocó la cruz que llegaba sobre una pared la cual se abrió dejándolo ingresar al templo, salvándolo de ese modo. La pared y cruz se encuentran aún allí.
En la Calle Espaderos (cuadra 5) nos encontramos con balcones del sigo 19 (balcones republicanos), un edificio de estilo art-decó y la Casa de Bernardo O´Higgings.
Por su parte, en una esquina de la cuadra 4 o Calle Mercaderes se encuentra la Casa Welch la misma que fue construida en 1910 y que hoy alberga un local de Starbucks; la Casa Redher, donde se instaló la primera tienda de autoservicio de Lima y la Casa Pigmalion también ubicada en dicha cuadra junto a la Casa Courret, cuyos detalles artísticos me dejaron boquiabierta: tantas veces había transitado delante de ella sin percatarme de la historia que encerraba.
Cerrando el paseo
El trayecto continuó por el Portal de Botoneros al lado del Portal de Escribanos, ambos rodean parte de la Plaza de Armas. Nos detuvimos en el edificio de la Catedral de Lima que en realidad abarca tres instituciones diferentes: la Catedral, propiamente dicha, la Capilla del Sagrario y el Palacio Arzobispal.
Mientras tanto, David nos narraba que las antiguas «cobachas» o tiendas que se ubicaban a ambos lados del modesto edificio que constituía la Catedral en sus orígenes, se trasladaron una cuadra más allá.
Y llegamos a dicha cuadra, justo al lado del Palacio de Gobierno, donde encontramos una de las zapaterías más antiguas del Perú (L. Vallejo), la Casa del Oidor, el afamado Hotel Comercio y el antiguo Restaurant Comedor Cordano, invalorables edificaciones de la historia limeña que se dejaron fotografiar por esta blogger.
Unos pasos más allá nos detuvimos e ingresamos en la Casa Bodega y Quadra hoy convertida en Museo de Sitio, debido a los interesantes hallazgos que se refugiaban debajo de la propiedad. La casa perteneció al oficial naval Juan Francisco de la Bodega y Quadra pasando, posteriormente, a su sobrino Don Mariano quien, al no tener descendencia, trajo como consecuencia que la casa quedara abandonada.
Juan Francisco fue uno de los navegantes del siglo 18 más importantes del mundo, gracias a él se descubrió la Isla de Vancouver y Quadra en Canadá (hoy sólo se llama Vancouver), las costas de California y Alaska.
Pero también fue comerciante y, precisamente, en sus viajes alrededor del mundo aprovechaba en traer mercadería que iba almacenando en su casa. Cuando esta fue expropiada por el Gobierno Municipal, entidad que promovió su resconstrucción, se encontraron piezas de incalculable valor entre las que destacan restos de huacos pre-incas así como pieza de auténtica cerámica china.
Como el paseo debía contiuar, seguimos caminando hasta el Convento e Iglesia de San Francisco donde David aprovechó en contarnos parte de la historia de las famosísimas catacumbas que se encuentran en el sótano de este inmueble.
La visita concluyó en el mal llamado Parque de la Muralla, que no hace otra cosa que confundir a los ingenuos visitantes que creen, que el muro que allí se exhibe, es parte de la antigua muralla de Lima que se construyó para proteger a la ciudad de los ataques de filibusteros y piratas.
Nada más erróneo ya que el pedazo de pared que allí encontramos es un vestigio de otra muralla: una muralla de contención que se levantó para que el antiguo huerto de Francisco Pizarro no se inundara con la crecida del río Rimac. Ese muro tiene el nombre de Tajamar de San Francisco, en alusión al Convento que daba paso a la huerta.
Con una foto final del grupo al lado de la escultura de Francisco Pizarro, obra del norteamericano Charles Cary Rumsey, concluimos un recorrido que me dejó una sensación de que Lima, al igual que muchas otras ciudades del mundo, tiene tanto por contar que no basta en un recorrido de 4 horas. Hasta el próximo paseo histórico.